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ÉRASE UNA VEZ…LA OBESIDAD

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Este artículo está dedicado a un tema muy de actualidad: el de la obesidad y los problemas asociados a ella. Voy a intentar dar una visión sencilla (¡pero no por ello poco científica!) de los factores que en el organismo parecen estar implicados en el desarrollo de este trastorno.
Es bien sabido que la obesidad es uno de los principales problemas de nuestra sociedad actual, especialmente en los países occidentales. En los Estados Unidos, el 30% de la población adulta es obesa, y el 35% tiene sobrepeso. La obesidad aumenta significativamente el riesgo de padecer enfermedades como la diabetes tipo 2, ataques al corazón, embolias y cánceres de colon, mama, próstata y endometrio. Constituye, por tanto, un peligro para la vida.

La idea general es que la obesidad es el resultado de ingerir en la dieta una mayor cantidad de calorías de las que son utilizadas en la actividad corporal. Pero la realidad no es tan sencilla como parece. En los mamíferos, existe un complejo entramado de señales moleculares que intervienen en la regulación de nuestro peso corporal, intentando ajustar las necesidades de ingesta de alimento a las reservas disponibles en nuestro organismo.
El exceso de calorías que consumimos en la dieta y que no llegamos a invertir en la producción de energía para el organismo se almacena, en gran medida, en forma de TAG (triacilglicéridos) en el llamado tejido adiposo (que constituye la grasa corporal). Este tejido, que hasta hace relativamente poco era bastante infravalorado, ha resultado ser un importante órgano endocrino que produce hormonas indispensables para la regulación de las reservas energéticas y que están directamente relacionadas con el desarrollo de la obesidad. Por tanto, todo apunta a que detrás de este serio problema debe encontrarse algún fallo en estos mecanismos homeostáticos.

En 1994, se descubrió la existencia de una proteína llamada leptina, producida por el tejido adiposo, que actúa sobre los centros cerebrales que controlan el apetito y la actividad metabólica y motora. La leptina se libera a la sangre cuando las reservas energéticas del organismo son suficientes y adecuadas, y por ella viaja hasta las neuronas del núcleo arcuato del hipotálamo. Existen dos tipos de neuronas en esta región: las orexigénicas (que estimulan el apetito al producir una sustancia llamada neuropéotido Y), y las anorexigénicas (que inhiben el apetito mediante la producción de α-MSH, también llamada melanocortina). La leptina estimula a las neuronas anorexigénicas a la vez que inhibe a las orexigénicas, por lo que el efecto global que produce es una reducción del apetito (¡para de comer!) y la ingesta de comida, así como un aumento de la actividad locomotora y la termogénesis (producción de calor). Por el contrario, cuando los niveles de grasa corporal son insuficientes, se reduce el nivel de leptina, permitiéndose la intervención de otras hormonas que estimulan el apetito (¡come!), como la grelina. En el colon se produce otra sustancia que provoca sensación de saciedad, conocida como PYY.


Leptina

El sistema de la leptina probablemente haya evolucionado no como un mecanismo para prevenir el aumento de peso, sino como un sistema para ajustar nuestra actividad y metabolismo durante los periodos de ayuno e inanición. La reducción del nivel de leptina desencadenada por la deficiencia nutricional permite la conservación de combustible. Cuando actúa sobre el hipotálamo, la leptina también provoca la disminución de la producción de hormona tiroidea (lo que reduce el metabolismo basal), reduce la producción de hormonas sexuales (lo que impide la reproducción) y genera un aumento en la producción de glucocorticoides (que movilizan las reservas corporales generadoras de combustible).
Otras importantes hormonas también producidas por el tejido adiposo son las adipoquinas. Las adipoquinas pueden actuar sobre las mismas células que las producen, los adipocitos (secreción autocrina), sobre células cercanas a ellos (paracrina) o viajar por la sangre hacia el cerebro u otros tejidos (endocrina), llevando información sobre la idoneidad de las reservas de grasa de nuestro cuerpo. Las adipoquinas, al igual que la leptina, provocan cambios en el metabolismo energético y el comportamiento alimenticio para mantener las reservas energéticas adecuadas.


El pintor colombiano Botero retrata en sus cuadros a personas obesas.

En experimentos con ratones de laboratorio, se ha observado que los ratones que poseen defectuoso el gen a partir del cual se sintetiza la leptina (gen ob, de obeso) tenían un apetito voraz y comían de forma ilimitada, lo que les llevaba a convertirse en obesos. También presentaban otras alteraciones relacionadas con la falta de leptina, como resistencia a la insulina. Estos ratones bajaban considerablemente de peso cuando se les inyectaba leptina. Por otro lado, defectos en el receptor de leptina, situado en las neuronas del hipotálamo, provocaban una deficiencia en la señalización de esta hormona, lo que conducía también al aumento de peso.
Dados estos resultados, se plantea una pregunta: ¿podría ser la obesidad humana consecuencia de una insuficiente producción de leptina y, por tanto, ser tratable por inyección de dicha proteína? La mayoría de los casos de obesidad en humanos no parecen deberse a la ausencia o deficiencia de la leptina. Es más, en estos individuos, la concentración de leptina en sangre suele ser bastante superior a la de los individuos de peso normal. Parece ser que la causa de la obesidad es algún tipo de fallo en el mecanismo de acción de la leptina, que, aunque se produce con normalidad, no llega a ejercer su acción y por tanto no provoca el efecto buscado. Al existir una resistencia a su acción, el tejido adiposo intentaría compensar este problema produciendo una mayor dosis de la hormona, de ahí los altos niveles de la misma en sangre. En casos excepcionales de obesidad en humanos, en los que sí que existía una deficiencia del gen de la leptina, se observó una notable reducción de peso tras el tratamiento con inyecciones.

En el grupo de las adipoquinas, existe una de especial relevancia, llamada adiponectina.


Adiponectina

Esta adipoquina sensibiliza a otros órganos frente a la insulina (cosa que también hace la leptina, a esto se debe que a menudo obesidad y diabetes vayan de la mano). Una hipótesis para explicar este efecto es que las proteínas activadas por la leptina durante la transducción de la señal hormonal en el interior de la célula se entrecrucen con las activadas por la insulina. Además, protege frente a la aterosclerosis e inhibe las respuestas inflamatorias. La adiponectina bloquea la síntesis de ácidos grasos y la gluconeogénesis (formación de glucosa a partir de distintos precursores) en el hígado, a la vez que estimula la captación y el catabolismo de la glucosa en el hígado y en el músculo. Estos efectos están a menudo mediados por una proteína llamada AMPK (AMP kinasa), al igual que los de la leptina. A través de esta proteína se inhibe también la síntesis de colesterol inactivando a la enzima clave en este proceso biosintético, la hidroximetilglutaril coenzima A reductasa. Se ha comprobado que los individuos con obesidad o diabetes tipo 2 tienen niveles de adiponectina en sangre inferiores a los de los no diabéticos. Los medicamentos utilizados en el tratamiento de la diabetes tipo 2 –las tiazolinodionas- aumentan la producción de adiponectina en el tejido adiposo y sus niveles en sangre. Parece probable, por tanto, que la adiponectina sea un vínculo importante entre la diabetes tipo 2 y el factor que más la favorece: la obesidad.


Dos personajes de la película «Alicia en el país de las maravillas», de Tim Burton

Resulta evidente que en los últimos años se ha producido un impacto excesivo de este problema en nuestra sociedad, con todo lo que ella conlleva para la salud de las personas. Por tanto, conviene ser consciente de su importancia y, sobre todo, tratar de conocer cada vez un poco mejor sus causas, con el objetivo de desarrollar fármacos y pautas que permitan a las personas obesas reducir su peso y mejorar así su calidad de vida.

Espero que os haya resultado ameno e interesante 

Marina Caparrós Guerrero